La figura del dictador latinoamericano en nuestra literatura:

Roa Bastos, Yo el Supremo. 1974.
Hay varios novelistas latinoamericanas que han desarrollado un mismo tema, quiero destacar a tres de ellos : García Márquez, Roa Bastos y Carpentier (El otoño del patriarca, Yo el supremo, El recurso del método) los observan desde sus conciencias instaladas en la soledad del poder, los modelos de los creadores con dichos y hechos deplorables, sin límites excluyentes entre la realidad y la fantasías.
Muchos son los nombres de novelistas contemporáneos que los han inmortalizado, creándose un verdadero tipo literario en nuestra literatura .

CintaV.H.S /El dictador (El recurso del Método. Alejo Carpentier) Dir: Miguel Littin, 1978


Yo el Supremo, de Augusto Roa Bastos; El recurso del método, de Alejo Carpentier; El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias; Oficio de difuntos, de Arturo Uslar Pietri; El dictador suicida, de Augusto Céspedes; La fiesta del Chivo, de Mario Vargas Llosa, La tempestad y la sombra, de Néstor Taboada Terán y en El otoño del Patriarca, de Gabriel García Márquez, cada cual recrea a un dictador con los pedacitos de los dictadores latinoamericanos.



Gabriel García  Márquez, autor del El otoño del patriarca y Fidel Castro, dictador cubano.

En estos días en que el continente sudamericano ha captado la atención del mundo, pensé en ellos y en sus personajes, tomados de la realidad, a través de novela histórica latinoamericana que se inspira en  estos acontecimientos relacionados con los dictadores a los también llamados caudillos, historias noveladas con la fantasía y la creación de los autores que con gran acierto han tocado estos temas tan nuestros, desgraciadamente, pero el arte recoge tanto a héroes como a antihéroes y los hace protagonistas de sus historias...
El caudillo o el tirano es el personaje que presta su morbo a estas historias porque si bien en algunas ocasiones nos parecen caricaturas , verdaderos payasos de nuestra historia, en sus manos manchadas de sangre quedaron lo mejor de nuestra juventud, como están ocurriendo en Venezuela, los estudiantes y la población civil masacrados por las botas de la dictadura chavista-madurista
En ocasiones se trata de hombres incapaces intelectualmente; otras, no es así, son militares graduados, profesionales que logran apoderarse de la conciencia de las masas más pobres del continente, fáciles de atraer con limosnas y promesas, es el discurso dirigido a ellos, populistas, mediáticos, fanfarrones, desvergonzados y cínicos que siempre se buscan a un enemigo poderoso, aunque ese enemigo no esté al tanto de sus fechorías, no importa y hoy lo vemos en Venezuela en las acusaciones a los EE.UU, un buen sentido teatral los asiste  pero con un atractivo para algunos ingenuos y no tan ingenuos que les hacen el juego, infelices que se conforman con migajas y siguen a las promesas con un discurso manipulado para determinados oídos que en ocasiones constituyen mayorías en los países pobres de nuestra América.
Los dictadores tienen que demostrar que ellos tienen la verdad y uno de los canales del poder cultural es precisamente el lingüístico. Según los desconstruccionistas, se trata del despliegue de una competencia en el manejo de la ‘retórica de la persuasión’, de convencer al otro con palabras que  revelen un sentido de ‘verdad’.
Foucault establece una relación íntima entre poder y verdad. Desde luego una verdad relativa, la de quien detenta el poder, impuesta en un porcentaje muy grande, por la manipulación del lenguaje.
Según Foucault:
“Lo importante, creo, es que la verdad no está fuera del poder ni sin poder (no es a partir de un mito del que habría que recoger la historia y funciones, la recompensa de los espíritus libres, el hijo de largas soledades, el privilegio de los que han sabido librarse). La verdad es de este mundo; se produce en él gracias a múltiples coacciones. Y detenta en él, efectos regulados de poder”
Piensan y manipulan, sabemos más, parecen decirnos, por lo tanto, tenemos mayor autoridad’ autosuficientes y ególatras, rodeados de un ejército de ladinos, desvergonzados que ellos van azumando a su grotesca corte que les inflan los egos y les hacen un daño irreversible, nunca el servilismo y la adulonería conducen a favorecer a nadie.. La historia la hacen, gracias a las coacciones que les permite el poder y la autoridad que se han ido y el lenguaje que se ajusta a lo que muchos desean escuchar en un momento determinado de sus vidas.
El tema resulta atractivo porque nuestros escritores nos han mostrado un cuadro perfecto donde la realidad supera a la ficción con una maestría inusual, el tono irónico que casi todos utilizan crean el espacio a la condena que está implícita en los actos que describe. Verdaderos espectros arrancados de la realidad verdaderas sombras proyectadas sobre su la historia que pasan formar parte de la identidad de nuestros pueblos.
Es un desafío contra el tiempo y la memoria, pero siempre un tema recurrente para quienes están dispuestos a llevar la realidad histórica al límite de la ficción y la personalidad del dictador al nivel del mito, aun a riesgo de convertirlo en figura destacada para grupo de partidarios fanáticos, pues el lenguaje  literario de la novela, aunque esté basado en la biografía del personaje histórico, se distancia del género documental y el antihéroe como ocurre en la realidad muchas veces alcanza la simpatía de un público determinado.
La vida de un dictador se desarrolla contra la lógica y la razón,  es la un personaje tenebroso, entre el sueño y la pesadilla, entre la realidad y la ficción.



 Nota:
Nicolás Maduro no aplica para ninguna de estas fabulas, es un tiranozuelo que no llega al rango de la literatura, habría que mencionarlo junto a Hugo Chávez, otro intento de dictador que copio a otro dictador, ya en el otoño y casi nunca las imitaciones salen bien. Han tenido su paso por la historia y lo único que han dejado es miseria y muerte en sus pueblos, tanto el mentor, Fidel Castro, como sus discípulos, nada que Dios los cría y ellos hacen el resto.

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