Me equivoqué, no hubo atardeceres y las rosas ... me las inventé...



Yo no quiero que mi alma escuche a los duendes del silencio, siento que la lastimo y la rompo en mil pedazos y cada uno lleva escrito tu nombre. Tengo miedo de mis inseguridades, heredadas de antiguos deseos que me engañaban con señales de un mundo que no existía No supe descubrir la palabra mágica, no encontré la llave y los fantasmas aviesos me cerraron las puertas.


 No voy a entregar mi alma al sacrificio de la rosa, no quiero que los estafadores vengan por ella y borren tu nombre para siempre, no temas, no fingiré más una sonrisa de incomprensión para saltar sobre tus labios. No abriré la noche para buscarte porque ya no quiero encontrarte, aunque las lágrimas no sean suficientes para apagar las velas del santuario que levanté con mi imaginación, será el castigo por retar al destino, por querer apropiarme de algo ajeno y distante como la castidad, solo formé parte del conjuro de rostros sin nombres, los manuscritos, antiguos poemas que yo sola descifraba, no existieron conversaciones inconclusas, solo tus fantasmas de papel rompiendo los rompecabezas de mi afiebrada imaginación


 No puedes apreciar la inmolación de la rosa desde un alma vacía que no existe...  no podemos arañar al silencio. Me quedé detenida en mi fantasía, ahora comprendo que las estrellas...si tienen picos, sólo que uno de ellos esta fracturado...roto…


Me equivoqué, no hubo atardeceres y las rosas ... me las inventé...
 georgina miguez lima ©.

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