Mis cuentos: El viejo Dámaso.




A mi padre, el viejo Miguez que vino tan lejos para conocer a una de las personas más noble y honesta que he conocido y no es que porque fuera mi papá. pregunten a todos los que lo conocieron, que no miento, era el mejor y me toco, vaya acierto de mi madre, ella era sabia, ya lo he dicho muchas veces, todo lo sabía...



Como casi todos los cubanos yo nací en un pueblito, después me llevaron para La Habana, a mí me llevaron, otros se fueron solos, lo cierto es que todos somos de La Habana pero no nos hemos podido sacudir al pueblito y estos breves y tímidos relatos ocurrieron en ese donde nací, Jagüey Grande, provincia de Matanzas. En las grandes ciudades los cuentos son otros, en los pueblitos se llenan de misterio, de magia, de encanto y la fantasía popular hace de las suyas.

La noche que murió el viejo Dámaso todos quedaron consternados, no por el dolor que podría casarles su muerte porque no todos lo querían pero dio lugar a esa sensación de misterio que la fantasía popular eleva hasta el cielo. Todos sabían que había muerto, pero ¿Quién fue el primero que lo supo y lo dijo? Misterios de los pueblitos donde nacemos, eso no se sabrá nunca, ni mi papa lo supo, se enteró por mí, y eso que era el único amigo del viejo Dámaso porque eran de Galicia. Lo que si era verdad que había muerto, la gente de estos pueblitos lo sabe todo.


El misterio mayor estaba en el aire, se podía respirar, ahora ¿Qué pasara con los demás seres que habitaban la casucha? para algunos brujas, duendes, hada-entre esos estaba yo-.  Esa era la comidilla del pueblo y que bueno era para los pueblitos donde nacemos tener comidillas; yo oía a mi mama”: ésa es ahora la comidilla del pueblo”; me sentía en las nubes y paraba las orejas...


Yo no quería que se muriera el" vello" Dámaso, se me iba a acabar el misterio y el miedo que sentía cuando mi papá me llevaba todas las tardes a su casucha que disfrutaba tanto, él le decía " "vello" "porque lo decía en gallego eran paisanos....yo siempre pensé que mi papa lo llamaba bello...lo miraba y decía. “No  es bello, papi "y él insistía, bueno, yo quería mucho a mi papá y se lo permitía todo, si me seguía llevando, que la dijera como le diera la gana, total, si yo casi había descubierto el misterio de aquella casucha donde vivía "el bello" Dámaso.

El "bello "Dámaso, vivía, a ver si lo recuerdo… tenías que coger por un callejón, yo creo que los callejones ya se acabaron, a mí me encantaban  y al fondo estaba su casucha ¡Qué miedo! Pero yo iba bien acompañada y el viejo Dámaso no me podía dar con su bastón, mi papa no se lo permitiría y un poco que me arriesgaba, recuerdo que un día, oí el maullido de un gato, desde luego encerrado y supuse que era negro...pero me acerqué...ya casi estaba en la puerta...".Oye cativa, no te acerques ahí., eh " y levantaba su bastón. "Ay qué miedo”. Me quedé con tres palmos de narices y mire a mi papi....supe que no debía acercarme...pero ese día me fui feliz, al menos sabía que había un gato y que era negro, aunque no lo había visto. Ya tenía para contarles a mis amiguitos de la escuela...

Uno de los misterios del vello Dámaso era que era tísico, ser tísico en aquella época era muy malo, como decir ahora sida, pero yo siempre pensé que no era verdad porque entonces mi papa no me llevaría, claro siempre a la entrada del callejón, otro misterio que tenía mucho dinero debajo del colchón y que nunca se le conoció mujer  y que se alimentaba de lagartijas que la gata cazaba, que el agua que tomaba tenis ranas adentro. Yo pensaba pobrecitos los gallegos algunos se quedaban tan solos como el viejo Dámaso y tenían que comer lagartijas y tomar agua de ranas.

No se conocía su edad, ni su verdadero nombre, decían que había pertenecido a la nobleza española arruinada y venida a menos y por eso se fue a hacer las Américas pero el misterio mejor guardado  era  ¿Quiénes vivían con él? El siempre andaba limpiecito, oloroso, parecía bien comido ¿Quién se ocupaba del vello Dámaso? Misterios, yo me imaginaba que era un hada gallega ¿Cómo serán las hadas gallegas?


A la funeraria fue casi todo el pueblo, no se acercaban mucho a la caja por lo de tísico. No sé a quién se le ocurrió la idea, empezaron a llegar flores, de todos tamaños y colores ¿Quién las mandaría? y con ellas las mariposas amarillas, la funeraria chiquita del pueblito donde nací se llenó de ellas desde entonces me persiguen… Yo siempre las veo.


Uno que no podía faltar era Restituto, el bobo del pueblo, yo no sé si se llamaba así o la gente le había puesto ese nombre tan feo, yo creía que Restituto no tenía mamá ni papá que estaba allí en el pueblo porque hacía falta tener un bobo y era él.  No se sabía dónde vivía, que era el bobo del pueblo y él no era de verdad, en mi fantasía lo creía irreal, alguien lo había inventado y puesto allí en medio del pueblito, era algo así como un duende bobo y hasta llegué a pensar que lo había inventado. Bueno, el Restituto, no se perdía un funeral, a todos iba, le daba el pésame a uno por uno en la funeraria, tomaba chocolate, se fumaba un tabaco aunque él no fumaba y se le disparaba la lengua, lo rodeaban y hasta se olvidaban del muerto.



Todo iba bien hasta que Restituto empezó a hacer recordatorios, de pronto, como poseído por algún dragón, pensé yo, se iluminó la mente del bobo ¡Ay! Dios mío, lo que contó, era para morirse, pero ¿Quién iba a decir, que el bobo, el loco del pueblo conocía el secreto de viejo Dámaso? Misterios de los pueblitos donde nacemos. Restituto lo contó todo...!Ay!Todavía me erizo, cuando se lo conté a mi papa que no pudo ir a la funeraria porque estaba resfriado.  Restituto era el hijo del vello Dámaso, era su vergüenza y lo ocultó siempre y la mujer que encerró en aquel cuartucho era la madre, su esposa que nunca más salió a la luz, por eso se hablaba de una bruja, era ella, un poco que me defraudó la historia porque me había inventado otra con fantasmas, duendes locos, brujas, chichiricús, sabandijas de todo tipo y raleas, desde luego la versión que la conté a mi papa fue la mía, creo que no se la creyó, pero igual... yo si me la creía.

Las historias mágicas de nuestros pueblitos son necesarias a nuestras vidas, como decía nuestro cuentero Onelio Jorge Cardoso. . . se inventan. . . las necesitamos...


georgina miguez lima ©.

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