- Ya voy…

Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.

Federico García Lorca Poeta en Nueva York.

Un estremecimiento la sacudió cuando vio su imagen en el espejo, sostenía su viejo tazón con manzanilla en su mano derecha y con la otra hacia garabatos en un cuaderno, no podía dormir y muchas veces así conseguía hacerlo.

 Se había levantado a escondidas, se fue al otro lado, donde hablaba con el espejo, cuando los otros dormían, no hizo ruidos pero en el silencio oyó su nombre y fue cuando se detuvo ante él, ella muchas lo evitaba, sobre todo de día , cuando pasaba por alguna razón  frente a él, lo esquivaba, lo miraba de refilón, no quería verse, ni verlo, él siempre la esperaba y no estaba bien pero en las noches, la Luna le avisaba y se acordaba del verso de Federico “ Yo estaba en la terraza luchando con la luna” era un secreto y una complicidad con la persona que nadie sabía que ella amaba, muchas veces se lo ocultó y se decía mentiras acerca de él para alejarlo, cuando lo conseguía  pasaba por delante del espejo y hasta lo miraba con un toque de triunfalismo algo bribón y sentía que los dos se reían aunque sabían que solo duraría unos segundos pero esa noche había llorado mucho en la habitación antes decidirse a escapar con  la manzanilla.

Pronto sintió que su imagen se iba transformando en el espejo y otro rostro aparecía, ya no estaban sus ojos claros enrojecidos por el llanto, ni la nariz lastimosa. Cuando lo descubrió, quiso cubrirlo con su manta, tenía frío y se detuvo, lo enfrentaría esa noche, pensó, con un rubor acompañado de extrañezas 
- Debo de haber enloquecido anoche cuando sentí los ruidos en el patio y ahora estoy alucinando - Voy por un libro, por el poema que un día escribió para mí.
 No estaba donde siempre lo escondía de los intrusos - Me estoy poniendo vieja y lo buscó por los floreros, por los libros, volteo las gavetas…  No estaba, solo su voz que se había quedado enredada en la cesta entre los tejidos - Ahora si enloquecí- Volvió a decirse mientras se le enredaban las rs y las palabras se rompían antes de salir, como siempre le sucedía cuando se ponía nerviosa y el espejo comenzaba a nublarse en grises, azules y negros, pensaba con palabras a medias que ella misma iba cercenando.

De pronto, se sacudió los pensamientos, las manos le temblaban, el tazón se hizo añicos y la mirada quería escapársele de los ojos en busca del sueño, fue entonces que sintió pasos, vio la luz que la llamaba.  Se buscó en el espejo, quería despedirse…  No estaba, tuvo miedo de sus ojos, de sus pies descalzos en el piso frio y solo atinó:
-  Ya voy…

Comentarios

  1. Un cuento para no olvidar, esos fugaces momentos en que la soledad no quiere irse, felicidades por tu poesía.

    ResponderEliminar
  2. LIMPIO Y HERMOSO RELATO DESCRIPTIVO, DONDE APARECEN EL TIEMPO Y EN DOLOR EN PUGNA...ME HA FASCINADO......!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!PROFUNDO, MUY PROFUNDO, PARA ESCRIBIR MAS AUN!!!!!!!!!!!,
    MARIA DE LOS ANGELES MIRO VILLASANA

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares