Conversando con mi madre, saldando algunas cuentas.




Mi madre, no esperó la muerte, fue en su busca y siempre me creí la culpable,  a pesar que me quede para esperala juntas, ella lo sabía, que yo algún día me iría tras mis hijos, que eran de ella también, los compartí siempre entre mi hermana, ella y yo.
 En días como estos la vida me hace trampas y me hacia huir de su recuerdo, no podía evocarlo, hoy descubro que ya no huyo como antes. Cuando se fue borré su rostro, algo me lo impedía, la culpa, el dolor, la ausencia, no pude entrar al cuarto hasta después de muchos días, aquel cuarto vacío, sin sus llamadas… Ginita, Ginita… ¿Hija dónde estas?, las sábanas con el calor de tu cuerpo, sus cartas, sus cosas y el lugar aquel en que estuvo antes de irse al que nunca volví,  me acurrucaba al hombro de mi esposo, cuando por alguna razón pasábamos cerca  y comenzaba a llorar como no la lloré en el funeral,  me dolía mucho m’as aquel lugar que su tumba.
 Por fin me fui, la dejé allá junto mi padre, me  voy acostumbrando a la idea que quiso irse antes por mí, no sé si valió el sacrificio, aun me lastima demasiado y yo le prometí quedarme pero no me creyó, o mejor pensó que mi lugar era al lado de los hijos de ambas.
Hoy quiero recordarla sin la presión de la muerte, quiero recordar a la madre buena y sabía que todo lo presintió, que todo lo dejó dicho como si un poder divino la alumbrara, a veces la desobedecí, otras fue mi cómplice, otras me hizo sentir celos de mis hermanos y me escondí, después cuando por algún gesto hacia mi descubría su cariño, me sentía la más feliz de las mortales.
Mima,
Después que tomaste tu decisión te entendí y te quise más, me di cuenta que fuiste la persona más importante de mi vida, nunca tuve la ocasión o el valor de decírtelo. Allá donde estés, sabes que estoy aquí y que cuando te fuiste nada volvió a ser igual, algo se fue contigo, algo me falta todavía.
 Mima, si puedes interceder por mí, hazlo, siento que a veces lo necesito para conformarme que unos se vayan primero y otros atrás.  Soy yo, Ginita, no fui la mejor pero te quise mucho y me dolió  no podértelo decir más veces ¿Recuerdas el día que te lo dije en el portal de mi casa? Lo hice con dolor, quería que lo supieras y casi te lo grité, me porté mal,  no me quedó bien, lo sé pero sentí que tú también lo sabias. Vieja Lima, que me mirabas entre sorprendida y llorosa.
 Me perdono por los días que no fui buena, por los días que no te entendí y te desibedecí porque sé que no soportabas verme llorar como lo hago ahora.
 Saludos, mima, un abrazo al viejo Miguez y cuéntame algo de Chucho, dime si pudo alcanzar el cielo.
Tu hija Ginita.


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