ET.


Mis hijos con Vania.

Le puse ET por feo, era el perro más feo de la cuadra, me lo regalaron cuando murió Vania nuestra perrita huraña y mis hijos la enterraron en el patio, cuando se los conté en el aula a mis alumnos, Rolando muy  aliado a mi dolor, me dijo al instante.
-La perra pastora de Alexis parió, Profe.
-- Si pero no quiero un perro tan grande
- Hay de todos tamaños, vamos por la tarde.
-  Vamos, está bien.
Y como quería traerles la sorpresa a casa fuimos él y yo. Me lo llevé porque vi en la cara de Rolando que leía mis pensamientos ¿Pero esto es un pastor alemán? Le pregunté y al momento me respondió con una seriedad inapelable.
-          Profe, es un pastor cubano.
 Cuando llegué con él, vino lo del nombre y después de mucho buscar por el álbum genealógico perruno de la familia  y sus nombres reales, me acordé de la película, mirando detenidamente a la nueva mascota, ellos la querían como fuera y todos estuvimos de acuerdo, hasta los vecinitos que vinieron a conocer al recién llegado.
ET, era horrible, barrigón, una cabecita demasiado pequeña para el cuerpo rechoncho, lo más impresiónate eran sus ojos, parecían saltarles de las órbitas y la lengua, no ha habido ni habrá lengua más larga de perro alguno, y la usaba como un sable, nadie escapó de un pase de lengua, ni amigos, ni visitantes ocasionales, salía y allá va el lenguazo por donde agarrala a la víctima, las despedidas eran en el baño de la casa lavándose la zona acariciada por ET.
 Casi todos coincidían en decir –“ese perro está loco”, yo llegué a sospecharlo pero quién me podía diagnosticar la locura de un perro y pensé en Violetica, mi amiga veterinaria. Sí, era loco pero no agresivo, nunca mordió a nadie, solo los lenguazos y las carreras detrás de todo lo que se moviera eran sus síntomas y le perdoné la vida
Todos estuvimos de acuerdo que habia que encerrarlo pero al menor descuido, ET, haciendo de las suyas. Su final fue trágico, la desaparición, lo dejamos de ver un buen día, rastreamos el reparto y nadie sabía de él. Los muchachos decían;
-          - Fue Armando, el vecino con muletas que el T no dejaba de lambucear cada vez que podía y hasta le ponia sus patas en el hombro porque ademas de feo, largo y flaco como un galgo.
-          - Armando no haría eso, les calmaba pero en el fondo la sospecha estaba ahí diciéndome , fue él y cosas mías, la impulsividad de los arianos, decía mi madre, me llevó a preguntarle frente a frente.
-          ¿Tú mataste al T. o llamaste para que se lo llevaran?
-         - No.
-          Por más que buscamos sospechosos llegamos a la conclusión que podían ser muchos los presuntos asesinos y cerré el caso y me traje a una perrita que me encontré en el camino de la escuela a mi casa y la bauticé con el nombre de Dulcinea, no del Toboso, de Alamar.

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