" Déjame ver como ven tus ojos.


"Y mira que apenas nos conocíamos y
 ya la vida urdía lo necesario
para desencontrarnos minuciosamente"



Julio Cortázar 





Mis rezos…
como una despedida innecesaria
así es la vida
por eso arrodillada rezo
por la resurrección de algún santo
por las palabras que no debo decir
por las noches de mis miedos
por el perdón de mis pecados
por los besos que dejé de dar…
por los días que dejé de soñar.

 Siento en cada huida  que algo se va también, es vacío, no es la solución, es escapar, no saber cómo enfrentar el miedo, cerrar los ojos, dejar atrás abrazos, mimos, besos de quienes te quieren bien y aún de los que no te quieren ...

Decir adiós sin despedidas, duele pero es la única opción cuando los ojos no te dejan ver y el alma se atraviesa al placer que me provocan las voces, las palabras que cobran vida cuando viajan por las redes, se quedan colgadas y vienen con sus connotaciones punzantes que a veces duelen y queman, en la primera rendija vuelvo a casa, a mi cueva y Maga que no entiende del por qué del regreso, se echa a un lado del sofá, invitándome a tomar mi sitio, yo la entiendo, es un lenguaje cómplice sin traducciones posibles y nos sentamos una al lado de la otra, yo sin decir palabras, ella tratando de lamer mi rostro.

 El tiempo va veloz, las redes sociales se enseñorean y se hacen dueñas de una parte ti. Aparecen diferentes gamas de amigos, las calificaciones serian caprichosas y hasta absurdas, a veces te lastiman, otras te arañan, son hábiles aunque después sientas el abrazo y vuelvan las sonrisas, te engatusan de nuevo y te sientes sola, sin nadie que salga a tu defensa, a quién la vas a pedir, si el pecado y el temor son tus únicos aliados, no queda otra, escapar...

Al final verás al mundo diferente y no puedes regresar revolotean a tu alrededor, un coro de tomeguines, una caricia en el momento preciso, poemas escritos en el table, un libro viejo cargado de recuerdos, regreso el olor que tenía algún día igual a esté en que recogí mi bolso color marrón y salí al tiempo sin regreso pero y a esos recuerdos aunque no lo quieras, no pude dejarlos, se irían contigo y nada podrá evitarlo porque no sabré como huir de mis deseos, de las cosas que amo, del abrazo en las madrugadas y del beso que se enredó entre las teclas que yo recogí en mi  cama y siempre regresa  desde el murmullo de tu voz.

 En el silencio de las rosas, entre romanzas y baladas se ira la noche, volverá otra, desde mi rustica mesita, el mundo se me va volviendo pequeñito puedo abrazarlo, estar al tanto de todo lo que sucede en cualquier rincón. - Pero si esta tan lejos, me digo, inalcanzable a mis manos y el Sol y la Luna se esconden cada día, cada noche - Eso no importa, algo me dice desde una tecla que se ha movido, puedes mirarlos a todos de cerca desfilando como marionetas que cuelgan de unos hilitos invisibles, salidos de un retablo gótico, es la Posmodernidad. Oigo una voz conocida que me pregunta ¿No lo sabias desde Galileo Galilei, venimos hablando de ella? ¿O no eres de este planeta?

 Sé que al regreso trataré de descubrirte en cada rostro, te seguiré en las cosas ligeras  pero ya no estarás en mis libros viejos, no oigo tu voz que se escapaba entre las redes, ahora se esconde, se desplaza, va dejando rastros, colores, quejidos, risas, lágrimas, rezos …  Ya no lleva el olor a otros tiempos cuando huí de la pantalla que da al Universo y los que un día borré en mi huida, están ahí se mueven, caminan, gesticulan, tratan de hablarme en lenguas indescifrables, me besan y hasta me abrazan, puedo ver sus sonrisas, sus ojos afilados, expresivos o tristes, sus rostros, sus máscaras, algunos dejan olvidados sus disfraces y te dan los buenos días, las buenas noches y dicen, sin decir: me gusta: Entonces me olvido de los trenes y de la próxima estación y escribo: Me gusta... No me dejes.





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