Buenas Noches con Platero y yo.



Platero y yo, casi no es necesario mencionar el nombre del autor pero es costumbre hacerlo y me ciño a ella, Juan Ramón Jiménez. Es un librito que casi todos hemos leído, no sé si a muchos les pasa, lo que a mí, creo que sí, yo regreso a él y me refugio en ese mundo creado por el autor donde las palabras parecen acariciarte mimosas de una ternura infinita, cubriéndome de besos verdes, rosas, lilas y amarillos. Por eso esta noche lo traigo a mi página para compartir con ustedes y escapar junto al autor enganchada de Platero por los prados de Moguer como tantas noches he hecho, tantas me he quedado dormida leyéndolo a mis hijos, a mis nietos y ahora intento hacerlo con ustedes.  BUENAS NOCHEs, no antes sin leer la siguiente viñeta.

 Libertad .

Llamó mi atención, perdida por las flores de la vereda, un pajarillo lleno de luz, que, sobre el húmedo prado verde, abría sin cesar su preso vuelo policromo. Nos acercamos despacio, yo delante, Platero detrás. Había por ahí un bebedero umbrío, y unos muchachos traidores le tenían puesta una red a los pájaros. El triste reclamillo se levantaba hasta su pena, llamando, sin querer, a sus hermanos del cielo.
La mañana era clara, pura, traspasada de azul. Caía del pinar vecino un leve concierto de trinos exaltados, que venía y se alejaba, sin irse, en el manso y áureo viento marero que ondulaba las copas. ¡Pobre concierto inocente, tan cerca del mal corazón!

Monté en Platero, y, obligándolo con las piernas, subimos, en un agudo trote, al pinar. En llegando bajo la sombría cúpula frondosa, batí palmas, canté, grité. Platero, contagiado, rebuznaba una vez y otra, rudamente. Y los ecos responden, hondos y sonoros, como en el fondo de un gran pozo. Los pájaros se fueron a otro pinar, cantando.

Platero, entre las lejanas maldiciones de los chiquillos violentos, rozaba su cabezota peluda contra mi corazón, dándome las gracias hasta lastimarme el pecho.

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