Compartiendo con la poetisa cubana, Dulce María Loynaz Muñoz algunos de sus versos.
No fue Dulce María Loynaz una mujer que se dejara amilanar, la hija de General como le gustaba llamarse, supo enfrentarse con el destino que le habían asignado al nacer pero ella escogió el que quería, siguiendo su voluntad inquebrantable. La vida que la colmó de bienestar y hasta de riquezas, de una fecunda inteligencia, la mejor poetisa cubana del siglo pasado, le ocultaba una carta que tendría que jugar, como ella dice en uno de sus poemas, siempre poner las manos y enfrentar lo que le caiga.
Le cayó, lo que a todos los cubanos, el robo de nuestra isla, llegaron cargados de promesas y de mentiras, se apoderaron de todas nuestras riquezas y lo más cruel de nuestras vidas, hasta convertirnos en un rebaño, igualitarismo sin antecedentes en nuestra historia, ni aun cuando el colonialismo español. Una férrea dictadura comunista nos trunco vidas, nos dividió, separó a las familias e implantó el odio entre los cubanos, una ideología de odio y de muerte del que algunos no han sabido sacudirse, a veces siento que somos víctimas de un daño irreversible.
Yo te fui desnudando de ti mismo,
de los «tus» superpuestos que la vida
te había ceñido...
Te arranqué la corteza entera y dura
Y ante el asombro vago de tus ojos
surgiste con tus ojos aún velados
de tinieblas y asombros...
Surgiste de ti mismo; de tu misma
sombra fecunda, intacto y desgarrado
en alma viva...
Dulce Maria, además de Poeta, hija del general del Ejército Libertador, Enrique Loynaz del Castillo, creador de la letra del Himno Invasor, un valiente intelectual, era una ilustre dama de la sociedad cubana de principios del siglo XX que se había hecho abogada en la Universidad de La Habana. Casi todas las familias con fortuna y negocios salieron de la isla a la llegada de Fidel Castro, incluso su esposo, periodista de un afamado diario cubano "El Diario de la Marina" se fue a los EEUU. ella, la hija de General no lo haría nunca y ahí comenzó su aislamiento, el ostracismo que el régimen condenó a muchos de sus intelectuales y artistas que optaron por quedarse, recordemos a Lezama Lima, por solo mencionar uno, en su prisión de Trocadero, el asma y la soledad conocen de esa etapa en la vida del gran escritor.
En el Jardín, Vedado, Cuba, cuya casona visitaron conocidos intelectuales de la época, Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Gabriela Mistral y una de sus mascotas. |
La dictadura totalitaria había abandonado a su suerte, siempre les tuvo miedo a los que piensan y recogen en sus obra el sentir de muchos. Mientras España, no la abandonó, era la Presidenta de la Real Academia Española y su filial en Cuba, premios y honres, el Premio Cervantes 1992, la Cruz de Alfonso X, el Sabio, y el Premio Isabel la Católica de periodismo. mientraS España no olvidaba a la isleña solitaria de la que Cuba hacía caso omiso, la gran dama y no fue hasta que recibió el Premio Cervantes, ya próxima a su muerte que tuvo algunos reconocimientos por parte de instituciones oficialistas y recibió la orden cultural Félix Varela y el Premio Nacional de Literatura y el premio González Lanuza, en Cuba.
En el discurso de entrega del Premio a nuestra poetisa, el Rey Juan Carlos expresó:“La obra de Dulce María Loynaz, cuya profunda filiación hispánica se revela en su apellido de raigambre vasca, constituye un ejemplo singular de esa pasión por la lengua tan frecuente en los grandes escritores de nuestro ámbito. Es, seguramente, su obsesión por la precisión de las palabras, su esfuerzo por lograr la exactitud en la expresión de los sentimientos, lo que confiere a toda su obra esa sensación de profunda transparencia en la que lo cotidiano aparece siempre como algo dotado de sentido.
Cuando el Rey de España, Juan Carlos II le hace entrega del Premio Cervantes |
La sencillez y la pasión de la cubana se funden en su palabras de agradecimiento a tan alto galardón en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares:
Momento del discurso en la Universidad de Alcalá de Henares |
Esta es la humildad que hay en la Loynaz, expresada en su sencillez de siempre. Quizá por este motivo la humildad se torna tema de sus versos como aquel de Poemas sin nombre: El mundo entero me ha quedado vacío, dejado por los hombres que se olvidaron de llevarme... Sola estoy... Y mañana, cuando les falte mi verso tímido, nadie sabrá que alguna vez yo anduve entre ellos. Muestra una vez más esa pose humilde, ese afán de pasar inadvertida, de poca relevancia, pero con deseo de dialogar.
No pudieron quebrar a la gran mujer, no pudieron quitarle la ternura ni sus versos, Espana le retribuyo la libertad que un régimen de terror le arrebatara y conocimos a la hija del general para gloria nuestra su voz no fue apagada y su obra es patrimonio de la Humanidad y los cubanos nos sentimos orgullosos de tenerla como una de las mejores poetisas de todos los tiempos. Sin dudas una gran victoria de la cubana para gloria nuestra y del mundo.
Dulce María Loynaz (La Habana, 10 de diciembre de 1902 – La Habana, 27 de abril de 1997)
En su casa paterna conocida como El Jardín con la chilena Gabriela Mistral y su secretaria y una de sus mascotas. |
LECTURA DE ALGUNOS POEMAS:
"DIÁLOGO"
Están cayendo las estrellas... —¿Qué estás diciendo, hermano? Son estrellas fugaces.—¡Están cayendo estrellas!... —Qué pensamiento extraño... —¡Cómo del cielo claro se desprenden estrellas!... Pon tus manos abiertas para que en ellas caigan...—¿Qué estás diciendo, hermano? Son estrellas fugaces, ni caen ni se recogen.
—No importa. Pon las manos...
CONJURO”
Cuando revuelvo el brazo
no estrecho, rompo el lazo.
Ya sólo un camino breve
busco: El que de ti me lleve.
¡Con qué agua te apagaré!...
¡Con qué llama te quemaré!...
Para cortar tu nudo..., ¿qué espada?
Para talarte, ¿qué hacha afilada?
Un muro busco, un muro de granito
donde se estrelle el mar de tu infinito...
Racimo de octubre, dame un no bebido...
vino que me haga olvidar su olvido...
¡Oh lámpara, apágate si has de alumbrarlo!...
¡Rómpete, oh labio, en tierra antes que llamarlo!
He llegado hasta donde nadie pudo llegar.
Si aun vuelvo la cabeza..., ¡Dios me vuelva de sal!
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