☮ De la mano de Lezama entrando a Paradiso II.
Julio Cortázar y Lezama |
Tengo a mi lado a Maga que acaricio de vez en cuando mientras leo, ella ronronea y ronca. Me puse a hacer la noticia para poner algo en el blog y me prometo acariciarla antes de ir a la cama con unos fomentos, los ojos en candela, las letricas del libro me resultan muy pequeñas, estoy siendo víctima de las tecnologías, miro al libro, lo acaricio y le pido perdón.
En 1966, se publica Paradiso en La Habana. Y no es difícil adivinar que el primer ejemplar que llega a manos de Lezama es destinado a Cortázar. Esta carta que vamos a comentar es la respuesta a ese envió postal.
Mientras Julio Cortázar juega con su gato. |
Después de semejantes confesiones cualquier comentario sería ridículo, incluso
empobrecedor, como no sea para destacar una vez más la índole absolutamente
ejemplar de la fraternidad — humana y poética — de estos dos Señores de las letras hispanoamericanas.
¨Hace meses recibí Paradiso ... razones de trabajo demoraron el
momento de entrar en Paradiso, pues cuando un autor cuenta para mí,
me niego a leerlo con esas interrupciones que el ajetreo cotidiano va
metiendo como cuñas de niebla en nuestro placer ... Leí Paradiso a
razón de muchas horas diarias, y las interrupciones fueron las
naturales, dormir, bajar al pueblo en busca de provisiones, regar las
plantas, jugar con el gato. Entre su libro y yo hubo un contacto
permanente, y cuando lo terminé me sentí feliz y triste a la vez, frente a
un vacío ya sin José Cemí, sin Fronesis, sin doña Augusta. Pero a la
espalda, en la memoria, ¡cuánta maravilla para siempre!
...Alguna vez en la Habana volveremos a hablar libro en mano, porque yo
tengo millares de cosas que preguntarle, pasajes muy largos de Paradiso
que se me escapan por ignorancia personal, matices que quisiera
desentrañar, intenciones que una palabra suya pondrá en su justo rumbo
... ojalá pueda ir yo a Cuba muy pronto para eso ... ahora hay más
puentes, ¿verdad? Hay Paradiso , es decir usted., la proximidad que me
ha dado su libro ...
¿Qué podría yo decirte que no fuera, una vez más, esa sensación
de maravilla, esa presencia de lo numinoso en la palabra que me trae
todo lo que escribes? Con dos codazos, con un simple empujón, sitúas
de entrada la cosa en su terreno más entrañable, dejando de lado la
hojarasca "crítica" (sobre la cual tengo ya montañas). Tú entablas el
diálogo con las Sombras, tú te pones desde la primera línea en el punto
de visión del Minotauro, de la gran araña cósmica, tú ves ... Esos
enlaces que has hecho con mis otras cosas no solamente iluminan
Rayuela sino que me revelan a mí las claves de mi tarea. Las últimas
páginas, cuando indagas en el descenso de Oliveira a la morgue
refrigerada del manicomio, son de una lucidez aterradora, porque eso
es exactamente lo que yo hubiera tenido que saber cuando lo escribí, y
es evidente ahora que lo sabía de la mejor manera, es decir en el nivel
del misterio y la creación, sin programa previo, sin el menor esquema. A
ti puedo decirte esto: por primera vez he sentido un orgullo demoníaco
frente a mi libro, y ese culpable (?) sentimiento te lo debo a ti. No
cualquier texto engendra páginas como las que has escrito. Ahora ya
me puedo morir.
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