La labor periodística de Julián del Casal. Segunda Parte,

En octubre de 1890 el poeta comienza a atender el Folletin Semanal de otro diario, El País, la labor periodística hacía estragos en su frágil estado de salud  quebrantada por la tuberculosis que desde joven lo aquejaba y  ocultaba a sus amigos cercanos. El País, era el órgano del partido autonomista, que dirigía su amigo don Ricardo del Monte, quien le cediera a Casal una habitación en el edificio del periódico, convertida, por la leyenda creada en torno al poeta, en celda conventual, Casal sustituyó al poeta José Fornaris en el Diario. Era el verano insular y muchas familias poderosas huyen de los rigores del calor o permanecen fuera de la capital o viajan al extranjero y otras en las playas cercanas; mientras los teatros sólo ofrecen al público, repeticiones de obras conocidas, algunos estrenos que sólo viven un día en los carteles; mientras las recepciones semanales, por falta de gusto o por la crisis económica cada vez eran menos frecuentes en los titulares del diario.



La sección se denominó “Crónica semanal” hasta diciembre de 1890 y“Conversaciones dominicales”hasta febrero de 1891, cuando cesó de redactarla. Para firmar estas crónicas, Casal usó como seudónimo el nombre de otro personaje de la literatura francesa: Alceste, de El misántropo de Molière.

A principios de 1891,cuando Casal comenzó a sufrir más frecuentemente los síntomas de su enfermedad pulmonar, lo cual influiría en su decisión de no continuar redactando el “Folletín” de El País. En carta a su amigo Esteban Borrero, alude a su estado de salud, tras breve ausencia de la ciudad y Algunos críticos han expresado el criterio de que en su prosa, apenas incorpora Casal los aportes renovadores de otros modernistas como Martí, Gutiérrez Nájera y del propio Darío. Tienen razón, pero no toda la razón. La urgencia –y la exigencia– del periodismo se hace evidente en algunos momentos, como también es obvio que hubo en Casal una gran vocación y maestría tanto en prosa como en verso donde siempre se impuso el gran escritor. innovador y genial.

Carta de Casal a Esteban Borrero, 19 de marzo de 1891, le dice que por propia voluntad de estilo mantenía sin alardes espectaculares, con la sencillez y la autenticidad que nunca abandonaría. Ello se percibe, naturalmente, en las crónicas y narraciones escritas para las revistas y, sobre todo, en los
“Bustos” que enlazaría en su último libro con las “Rimas”.

Los mismos elementos plásticos que caracterizan la poesía modernista de Casal, predominan en su prosa, con la precisión y naturalidad que le son propias. Cuando describe a una persona, logra un retrato fiel por el vigor, brillantez y colorido de los rasgos, así como los toques necesarios sugeridos por la psicología del personaje. Cada adjetivo es un brochazo del tono requerido en cada caso. Hay justificado regodeo sensual en la descripción de la belleza femenina, pero también cuando describe
interiores de mansiones lujosas, joyas y piedras preciosas, y en general las cosas raras y exquisitas, como cuadraba a todo “decadente” o modernista que permaneciera fiel a sus credos artísticos.

El escaso conocimiento de la prosa de Casal dispersa en las publicaciones de su época –y que no se recogieron hasta hasta 1963, año del centenario de su nacimiento– justifica que no sean numerosos los estudios sobre este aspecto de su obra literaria, según se evidencia en la bibliografía pasiva del autor. En ella hemos anotado dos trabajos, uno sobre elementos decadentes en la prensa casaliana y otro acerca de las ideas y teorías sobre arte y literatura en la prosa de Casal. Ninguno sobre sus cuentos, específicamente.

Aunque reducida, esta parcela narrativa en Casal es importante dentro del conjunto de su quehacer artístico y como una manifestación más de la nueva manera de contar  por las jóvenes generaciones literarias hispanoamericanas finiseculares. Rubén Darío la reveló con sus cuentos de "Azul,"aunque debe advertirse que los primeros cuentos de Casal datan de 1887, año anterior al de la aparición del libro del nicaragüense. Ya se sabe que en sus Cuentos frágiles (1883), Gutiérrez Nájera había sentado la pauta del nuevo estilo.

“Cuentos amargos” llamó Casal a algunos de los que escribió, pero todos los suyos merecen ese calificativo porque son tristes episodios de seres desgraciados, salvo una que otra excepción. Su poder descriptivo, su capacidad pictórica, permite a Casal describir la vida social de Cuba de finales de siglo con maestría, amplios conocimientos y muy al estilo de su época que ya anunciaba lo que sería el Modernismo, considerado el como un genuino inspirador e iniciador del movimiento artístico, iniciado en nuestro continente, hasta entonces los anteriores nacieron y se desarrollaron  en  Vieja Europa. Su muerte prematura tronchó su labor, iniciada con tanta genialidad.

Casal estuvo consciente de sus dotes de narrador y llegó a concebir la hazaña de escribir novelas. En una de ellas se proponía reflejar la tragedia de su inadaptabilidad al mundo en que le tocó vivir. Así comunicó su proyecto a Esteban Borrero, el 19 de marzo de 1891:

"Múdeme o no, pienso terminar un tomo de versos que tengo a más de la mitad y otro de cuentos que está en el mismo estado. Cuando descansen, me entregaría la pintura. Después quiero escribir algunas impresiones literarias y dos novelas que ya se están convirtiendo para mí en una verdadera obsesión. Una será la historia de un joven inmensamente rico, cansado de todo, dotado de clara inteligencia y de gran corazón, es decir, un tipo no muy vulgar ni muy excepcional. Tiene aficiones artísticas y bastante cultura. Ha probado todos los placeres y queda huérfano a los veinticinco años. Después de recoger su fortuna sale de su país a reconocer el mundo. La excursión durará quince o veinte años. Al cabo de algún tiempo de permanencia en su país, donde pretende establecerse, tendrá que emigrar a otro, porque encontrará defectos que le serán insoportables. Así irá de país en país, llegando al fin a adquirir la convicción de que unas veces por deficiencias del medio y otras por suficiencias, el mundo civilizado es inhabitable, porque en todas partes los hombres son iguales y concebirá la idea de suicidarse, pero al realizar su pensamiento pensará como Hamlet “ser o no ser”, etc.", y así terminará la novela, dejando al lector la solución.

Continuará...3

NOTA. Fragmento de la carta del poeta a Ruben Dario.

Ahora estoy mejor, pero sin esperanzas de curación, porque ningún médico conoce mi enfermedad. Todos aseguran (me han visto los mejores de aquí, donde los hay muy buenos) que es un mal oscuro y misterioso, desconocido por ellos... Te escribo estos renglones para demostrarte que, aun al borde de la tumba, a donde pronto me iré a dormir, te quiero y te admiro cada día más. Yo he sabido de ti por Gómez Carrillo, que me anunció tu llegada a París y tu marcha a Buenos Aires. Dentro de poco, quizás antes de que me muera, podré leer el libro que debes estar imprimiendo a estas horas. La Habana Elegante me está editando uno, pero que no tiene ningún valor. Yo te lo mandaré, o te lo mandarán.
Fragmento de la carta de Julián del Casal a Ruben Darío, 7 de febrero de 1893[3]

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