DELMIRITA, MI NOVELETA ROSADA.

A MANERA DE PRÓLOGO. “EDELMIRITA”. Edelmirita, historia de devotos condenados por el fanatismo, frailes enajenados por el encierro y el celibato en el silencio de las palabras. Edelmirita pretende ser un relato de lo real maravilloso de esas cosas absurdas que ocurren en los pueblos y les dan lustre y color a sus habitantes, es la fantasía popular que envuelve a ciertos personajes, siempre pensé que los encasillaba y los obligaba a seguir por escondrijos oscuros, en una especie de cofradía que los vecinos les van marcando. Entre en la novela de la mano de los escritores latinoamericanos del realismo mágico de nuestros pueblos y de los españoles que me trasladan a otras esferas de la vida, los disfruto, confieso que ahora algo me pierdo por estos mundos virtuales, mi mundo antes era más pequeño donde me sentía dueña de mí y de mis lecturas, alimento divino, casi tuve que salirme del para entrar a otro el de Internet, llegue cargada de misterios y quise descubrir muy rápido y como dragón de los cuentos me engullo y pido auxilio, no es mi mundo, el otro más íntimo, más pequeño, donde hablaba con García Márquez y hasta le reprochaba algunas amistades peligrosas, con Galdós, con Doña Perfecta y Pepe Rey, me reía con Juan Rulfo de sus muertos… Pero soy tertuliana y por eso este autoritario, hablando conmigo, me gusta mi novelita, esconderme dentro de sus personajes o en leyendas cargadas de misterios con cierto morbo y echarle la culpa a alguien si es la iglesia, mostrarme algo irreverente y atrevida, en fin desentrañar el alma en todos sus escondrijos. Si volviera a nacer, le pediría a la vida más seguridad, alas para desplegar en este mundo de encantamientos donde me he empeñado en sobrevivir. No se puede escapar de la mirada de todos y como quiera somos participantes de esa sociedad y de un tiempo que nos tocó vivir y no podemos desentendernos, nos empezamos a convertir en imágenes, no en seres vivos, porque también en esa mutación de nuestras vidas esta la crueldad de todos, el filtro invisible por el que debemos pasar. Lo confieso, un poco que me perdí por los laberintos del pueblo entre muertos y aparecidos, viejas recurrencias de mis miedos absurdos a los que ahora trato de hacerles guiños amistosos. Entraré a la casona, frente a frente con los avatares de esta vida peculiar, con su mundo interior, con la mujer de carne y hueso para que nos vaya relatando sus mundos cerrados a los que queremos penetrar con la astucia y la curiosidad de uno de esos habitantes de Villarroya. georgina miguez lima ©. EDELMIRITA I Era una mujer bella, bellísima, con unos ojos de un color indefinido, la boca roja que incitaba al beso, el pelo larguísimo negro como el azabache, cuentan que solo se cortaba las puntas el día de la Candelaria pero de ese tipo de belleza que no trasciende a los hombres, un misterio, más que bella un adorno como pintada por algún pintor famoso. Recuerdo que mi madre siempre decía -Tan linda y se quedó para vestir santos .Eso sí, muy devota y algo santurrona. Todos los domingos a misa y ni allí se encontró con un santo varón que la llevara al altar o como decían los del pueblo que le hicieran el cuento. Después supe por mi prima Meme que a los hombres no les gustan las mujeres santurronas ni tan perfectas y también contaba que la bella estampa salida de un almanaque con caras de santas de la época, no lo era tanto. Tocaba el piano como un prodigio y hasta pintaba en los murales de la Iglesia angelitos y cristos crucificados, hacía versos a la virgen y también a alguien que amó mucho en el más absoluto silencio, eso se supo después que las mellizas revisaron el baúl de sus recuerdos Allí vivía sola ,bueno ,no tan sola, había un cuadro en la entrada de la puerta de la sala de su casa que cuando lo mirabas desde cualquier ángulo te seguía, yo pensaba que hablaba con ella sobre todo después que la madre tuvo la ocurrencia de morirse cuando aún no le tocaba .Nunca se supo quién lo pintó, seguro uno del pueblo, eso sí, parecía una artista, cuando pasaba con mi prima como quien no quiere las cosas, lo miraba y hasta quería ser igual a ella cuando fuera grande , mi prima me regañaba, no sabes lo que estás diciendo nació con mala estrella . Se quedó solterona como decían antes ya ni se usa esa palabra porque las de ahora no se casan si no les da la gana. Dicen que no supo nunca lo que era un hombre, se quedó con su belleza guardada en las paredes de la iglesia, las campanadas y los cerrojos marcaron su vida y en los rincones de la casona en la que vivió siempre, allí fue envejeciendo pero la seguían llamando Edelmira, yo de tonta no sabía que se llamaba Edelmira. Algunos dicen que la culpa de todas sus desgracias la tuvo la madre que la ocultaba de los hombres, le temía a su belleza, a la cara de ángel con que vino al mundo, pero también cuentan que la mamacita se las traía, No, ella no fue la Edelmirita, ahora me la imagino una especie de Bernarda Alba criolla. ¡Nunca se casó, pero se le conocieron maridos a los que mi abuela les llevaba la cuenta, cada vez que pasaba un hombre por la acera decía- Ese, ese fue marido de la Paquita- A ella no se me iba uno! ¡Todos! Y miraba a mi papá con picardía. Porque otra cosa no se conocía quién era el padre de la bella dama devota. Mi madre decía que era el abogado del pueblo, por cierto guapísimo, pero muchos años después se supo que era Arturo, un viejo muy serio y respetable del pueblo, de la iglesia protestante y con cargos públicos que tenía trapos sucios y salieron a relucir cuando el escándalo de las mellizas, pero ese será otro breve relato, posiblemente el próximo. georgina miguez lima © EDELMIRITA II Cada vez fueron menos los domingos que se le podía encontrar en la iglesia, único lugar que visitó en su vida. Cuando cruzaba el pueblo cubría el bello rostro como si se avergonzara. No se le veía ya en los bancos, iba directo a la sacristía a confesar. Un buen día a Edelmirita no se le vio más. Siempre me preguntaba ¿Qué pecados tendría que confesar aquella santa misteriosa? Lo que si estaba claro era que aquella casona guardaba misterios. La ventana se fue cerrando poco a poco hasta no dejar ni una rendijita por donde mirar el extraño retrato. Los comentarios empezaron a circular, la vieja Olaya que era la única del pueblo que entraba a la casa ya no iba, era sorda como una tapia, lo único que respondía cuando alguien le preguntaba era ese ¿Queseé? que emiten los sordos. Los vecinos empezaron a preguntarse pero ninguno se acercaba porque recordaban cuando el perro Chucho mordió a la cieguita que solía ir a cazar mariposas cerca de la reja del patio. Hasta el día que empezó a sentirse el olor a picuala que inundaría todo el pueblo, salía por todas las rendijas de la vieja casona de madera el olor los atraía cada vez más. Si había muerto ¿Por qué ese olor ahora cada vez más persistente sobre todo en las tardes? Entonces se produjo un acontecimiento que asombró a todo el pueblo… llegaron las jimaguas. Serían las 4 y un poquito de la tarde, cuando el carro de Carlos, el único chofer del pueblo, se detuvo frente a la vieja casona de madera donde el comején habían hecho de las suyas y descendieron las dos jóvenes. ¿Bonitas? Tal vez para algunos gustos mas exigentes sí… Tenían la elegancia que casi siempre descubrimos en los que llegan de la capital, provincianas no nos parecían. Eran distintas en la forma de vestirse, de moverse, de hablar y sobretodo de mirar... ojos curiosos, gatunos, afilados, vestidos con el brillo de la inteligencia, nadie, dudaría al observarlas que las recién llegadas eran dos jóvenes listas, el color era indefinido, lo mismo verdosos que amarillos con puntitos negros muy acentuados, sobre todo en las tardes, cuando empezaba a oscurecer y las dos jóvenes paseaban por el parque, evidentemente tratando de integrarse a la vida pueblerina. La cosa se puso buena cuando en el pueblo comenzaron los rumores que no se trataba de jimaguas sino de una sola, que una era la propia Edelmira que había decidido hacerse pasar por una supuesta hija y la otra su hija de verdad, el parecido era tremendo. Cosas del Diablo, decían las domingueras de misas y ayunos. Lo cierto que al principio todo se lo creyeron. ¡Ay, Dios mío! Bueno… hace bien decían unos, para la vida que ha llevado, de tantas cosas que se ha privado, por otro lado, los que no creían en sus recatos le sacaban los cueros pero el comentario más extendido, tan bella y tan santa, eso no juega, la belleza hay que llevarla, mostrarla, esconderla también es pecado. georgina miguez lima ©. EDELMIRTA III Ahora le tocaba hablar al pueblo a una voz ¿Y el padre? No faltó quien aseguraba que era un sacerdote, que estuvo de parroquiano allá por los años que se suponía coincidía con el nacimiento de la joven. Si mal no recuerdo Arcadio Rojas, lo retuve porque a los curas solo se les dice su nombre, por ejemplo, el padre Agapito que fue el anterior, pero a este , lo nombraban por nombre y apellido, siempre fue así, claro él era diferente, no era ese santo de eucaristía que termina oliendo a velas y a inciensos, no señor que muy bien perfumado que se le veía en las tardes cuando caminaba por el parque con sus perros Lucas y Mateo, a todos llamaba la atención los nombres , mira atreverse a llamarlos como a los apóstoles, pero hay una cosa cierta , existen personas que vienen al mundo a hacer lo que les da la gana y todos terminan aceptándolos , piensen en tantos dictadores que por la historia han pasado y aún transitan y en los más remotos, los jefes de tribus, los brujos, los Cesar y los reyes pues a este santo varón le ocurría lo mismo, hacia lo que su santa cabezota le ordenara y todos terminaban riéndole la gracia ,hasta las más beatas decían :- Este padre Arcadio Rojas - y se santiguaban con una risita maliciosa y socarrona -zorritas, dicen que lo expiaban y nunca en el pueblo hubo más creyentes, que el propio Padre Arcadio Rojas tuvo que mandar a ampliar la nave de la iglesia, atraía a todos porque los maridos celosos también acompañaban a sus devotas esposas y otros varones también acudían por los encantos del amable curita, porque eso sí , aceptación entre mujeres y hombres siempre la tuvo, ha ocurrido en todos los tiempos, solo que antes era pecado y ahora no, que le pregunten a Benedicto XIV. Es que estaba muy bien el padrecito con aquel porte de modelo. ! Ah, un adelantado, el look de Brad Pitt. Estoy segura que ahora sería maniquí de camisetas y no digo calzoncillos porque dicen que el padre no los usaba y ahí, justo entre los calzoncillos y el resto, se desataron las pasiones. Siempre pensé que un pueblo que se deja sacudir por estos remolinos de pasiones, inventadas por indolencias malsanas no tiene mucho que hacer y debe expiar sus culpas, con tantas cosas que la vida nos esconde que hay que salir a buscar tantos misterios y trabajo para producir riquezas, pero bueno, no estaría contándoles tan suculenta historia, por lo menos a mí me lo parece porque lo que se formó, transformó la vida de los ciudadanos de la vida de Villarroya y todos sus alrededores. EDELMIRITA IV El día que los muertos se cansaron de tantos lirios invadieron las calles del pueblo, después se supo que todos fueron reconocidos y hasta algunos que los dieron por muertos no estaban, otros como la hija del tío bobo, nadie sabía que había muerto y allí con su batica de tafetán y un lazo punzó en la cabeza mirando a todos lados, quedaron asombrados al verla, las cosas de la vida, como puede morir alguien sin enterarse en el pueblo, esto dio origen a muchos chismes y hasta la justicia se interesó y empezó a reconocer a los muertos sublevados: pero le dio color al desteñido pueblecito que languidecía y solo le quedaba la historia de la extraña mujer que habitaba en la casona 42, porque en el pueblo carecían de nombres las calles, no fue hasta que llegó aquel señor con porte detectivesco, más parecido al Dr. Watson que a Holmes, que las cosas comenzaron a cambiar, entre otras, le dio nombre a todas las calles, eso sí, los que a él le vinieran en ganas, te encontrabas con nombres como estos San Juan y González, siempre me pregunté que tendría que ver el santo con González, el tendero del pueblo , seguro que era él porque era el único con ese apellido por todo aquellos alrededores, que los otros González vendrían luego a invadir al pueblo. Así pasó con los nombres de los Arcángeles y fueron surgiendo otros pintorescos que a veces los pueblerinos bautizaban a su manera. Todo esto era muy curioso, lo mismo había sucedido años atrás con los narcisos, cuando su olor empezó a impregnarse por todo el pueblo y ellos salieron de sus tumbas y los arrojaron a la puerta de iglesia. Ese fue el primer día que se le vio en el pueblo al susodicho Dr. Watson, era bajito, el rostro lo ocultaba bajo el sombrero y nadie nunca se lo vio, fue el hombre que solo se ocupó de llevarlos a una hoguera .Le empezaron a llamar Siso, me supongo que por eso de los narcisos y su cremación, claro que no se llamaba así, misterios que aún se desconocen, de donde venía y cuál era su verdadero nombre, quien va llamarse así. Entonces sí que hubo comentarios cuando la esposa del párroco lo vio entrar a casa de Edelmira ¿Disfrutaría la santa de las ofrendas de varón? La idea fue desechada por lo menos de este hombre que al parecer no tenía nada de atractivo y todos pensaban que una mujer tan acariciada por la malicia del pueblo no podía caer en brazos de un amante tan desvencijado, aunque si de varón por los hijos que dejo sin nombre por todo el pueblo. Años después cuando se supo la verdadera historia de esta mujer, no faltaron parroquianos que quisieron llevar a Roma los votos para hacerla Santa, siempre pensé que exageraban pero así son los pueblos, hubo quien en silencio le rezara pidiendo por los amores imposibles y otros entuertos y conjuros que se hicieron en su nombre. ¿Pero que tenía que ver este recién llegado en todo esto? Siempre se le veía entrar sigilosamente a las 7 PM y salir a las dos horas exactamente a la casona de las afueras. Muchas fueron las preguntas sin respuestas. Lo que si coincidió fue que ambos llegaron juntos al pueblo, el padre Arcadio Rojas y él , a la sazón , Edelmira tendría unos 16 años, estaba en eso momentos en que la belleza empieza a aflorar, augurando lo que sería después. Las campanadas de la parroquia envuelven al pueblo en una modorra que incita al deseo de los amantes, la palabra pecado se adueña de la ciudad, ni rezos, ni avemarías disuelven los besos, junto a la sacristía donde se esconden los pecados. Es el momento que el alma queda atrapada por las eclesiásticas sonrisas, en una rara sinfonía de miedos y requiebros. georgina miguez lima ©. EDELMIRITA V "Amores prohibidos, escondidos tras los candelabros, besos heridos, maldecidos por la cruz y el castigo de un mundo cerrado al amor y a los deseos." La tarde que trajeron el cadáver del hijo de Ramona al pueblo para velarlo en la casa sin que nadie los convocara, no faltó ni un solo cristiano que no se asomara al ataúd, decían que apestaba por los días que anduvo por el camino hasta llegar a Villarroya. Nunca se supo el nombre del hijo de Ramona, solo el día que lo mataron, se llamaba Goyito Santisteban Iturriza, también se supo que no era su hijo, cosas que se esconden en las memorias de los acontecidos personajes de esta fábula. Ese día se le vio por el pueblo y fue otro ingrediente al ritual del muerto ¿Qué la hizo asistir a la ceremonia del hijo de Ramona? Era un muerto no santo, no, que a mí me lo contaron, a él lo asesinaron en Oriente, por eso el traslado y el olor a muerto bien muerto, olía a crimen, a odio, a esos malos sentimientos que acompañan a los cadáveres cuando mueren de muerte violenta. Pero dejemos a los muertos y sigamos con los vivos. Edelmirita casi se transformaba a los ojos de los azorados vecinos, aquella mujer de belleza clásica, de una pintura que no atraía a los hombres que solo la miraban como quien mira a una estatua o a un cuadro, era otra y no era por la forma en que fuera vestida que seguía igual, la falda larga, el cuello alto, los colores sobrios, ahora no se cubría el hermoso rostro con el velo… Había algo en sus bellos ojos acaramelados que desafiaba a todos, si bien la mirada podía parecernos por momentos algo triste y lejana que se perdía en un punto del recuerdo aunque se nos quedara fija. Eso lo fui descubriendo más tarde ¿En qué estaría pensando la enigmática mujer que hoy se decidía ir al pueblo a casa de Ramona, que ya nadie la visitaba desde que murió ahora de malas fiebres y ella la santiguaba? EDELMIRITA VI Muchas historias se fueron desencadenando a partir de su muerte y la presencia de la hechicera beata en los funerales. Era del conocimiento de todos que Gregorio Santisteban Lorenzo, habría dejado más de un centenar de hijos por la zona. Años más tarde cuando se destapó la olla, resultó que casi todos los habitantes del pueblo eran sus hijos, legítimos o no, porque a algunos les daba su apellido y otros tuvieron que cargar con el amuleto de bastardos, pero eran hijos biológicos, eso lo contó la propia Ramona, porque era la comcomadrona de todos los nacidos y los que estaban por nacer pasarían por sus manos en Villarroya. Aunque con Goyito todos se confundieron, a este ella lo crió después que la madre expiró el último aliento en sus brazos y ella se quedó con el niño y la lástima por la muerta. Más bien lo malcrió, porque el niño siempre mostró su cara fea, era violento, enamorado de todas las mujeres que se encontrara por el camino, casadas o no y se decía que abusador con las que estuvieron a su lado, por eso a nadie llamo la atención que la guantanamera un día en la fiesta de disfraces le atravesará el corazón con un puñal. Entonces se avivaron los rumores y los recuerdos del pueblo tomaron la palabra y las historias pasadas volvieran a la palestra como acabaditas de salir del horno, hasta los muertos protectores se removieron en sus tumbas, pero la que más conmovió fue el que Edelmira y Goyito fueran hermanos. Todos comenzaron a identificar a Goyito con aquel hombre que era visita asidua a la casona, donde ella lo recibía y prodigaba su amor, porque nunca dejó de protegerlo, así era de noble el corazón de la mujer que traía al pueblo alebrestado, cargado de historias, reales o no. Durante el ritual, ella estuvo a su lado y solo cruzó algunas palabras con la comadrona, no se escuchó su voz en todo el recinto, solo sus ojos gritaban la pasión que la consumía. No quedaron dudas que aquella mujer escapada de un lienzo amaba, sus ojos recordaban que estaba viva y que dentro de aquel cuerpo ardía una gran pasión. Sus ojos la delataban, se escapaban acariciadores. Amaba, solo faltaba el nombre, que en Villarroya era lo último siempre en saberse. Sus manos rozaban el rosario, lo acariciaban y sus ojos fijos en la puerta devoraban al sacerdote que acababa de entrar. Arcadio Rojas llenó todos los espacios de la humilde casa de Ramona, allí estaba, robusto y arrogante, como un Dios. Sus ojos inquietos besaban apasionados todo cuanto tocaran, así era este varón que por cosas del destino había renunciado al placer terrenal...Era todo un desafío entre la inocencia y el pecado. La bella mujer posó sus mirada aterciopelada en los ojos brujos del santo varón, cualquiera que estuviera al tanto descubriría, que los labios rotos de tanto soñarlo lo seguían por toda la improvisada pira funeraria. Un tropel en avalancha salían a borbotones de caricias y besos dirigidos al padre Arcadio Rojas, que se mostraba como un monumento al amor que tal vez el atuendo de sacerdote más lo acentuaba, pero al acercarnos nos parecía un Dios irreverente y audaz que miraba con deseos de hombre a la hembra que se le ofrecía. Nadie parecía advertirlo, solo una sonrisa socarrona del viejo Dámaso nos decía que el amor había tocado en la puerta de la sacristía y era correspondido. georgina miguez lima ©. EDELMIRITA CAPÍTULO 7 Amores prohibidos, escondidos tras los candelabros... besos heridos, maldecidos por la cruz y el castigo de un mundo cerrado al amor y a los deseos. El desvencijado silencio de las calles rotas la hizo volver el rostro y allí estaba, lo descubrió en su sonrisa eterna de hombre sabio. La miraba intensamente a los ojos y ella no huyó por primera vez de aquella mirada que la quemaba y la acariciaba, la había descubierto muchas veces encima de sus ojos, de su cuerpo en la iglesia, en el confesionario. Se amaron en medio de la algarabía del pueblo, las caricias recorrieron por todo el cuerpo, hasta posarse en los labios, en los ojos... solo faltó el minuto exacto en que los que se aman se convierten en seres inconscientes poseídos por misteriosos gemidos y estremecimientos, los dos dieron rienda suelta a los deseos contenidos, prohibidos, a los que hacen votos con la iglesia y esconden sus pecados en los conventos, estaban poseídos por los instintos que los purificaban y los hacían sentirse dueños del Universo. No sintieron miedo de Dios porque él no estaba en aquel momento, después supieron que contaba los peces en el río y no llegó a tiempo para evitar que los dos amantes grabaran en sus cuerpos la palabra deseo El encuentro se produjo en el parque, ella iba a comprar flores a la Virgen y él estaba allí como todos los días, a la misma hora en que sacaba a Lucas y a Mateo para sus necesidades. Muchos años después, cuando se regó por todo el pueblo la noticia de estos amores, el viejo Dámaso confesó que él estaba aquel día en el parque cuando los amantes dieron rienda suelta a la pasión y a los besos. _ ¿Qué hace por aquí tan tempranito la señorita Edelmirita? _ Buenos días, vine por flores para la virgen. --Pero si no las lleva, mire allí las vende Pascual, fresquísimas y a buen precio. Yo misma la acompaño… por aquí… Pero venga… De pronto sintió que la imagen del padre Arcadio Rojas se diluía entre los débiles rayos del Sol que anunciaban una mañana espléndida. Volvió a amarlo mientras se alejaba, lo estaba amando mientras conversaba con la inoportuna vecina que la hacía actuar mecánicamente. _ Pero, si no me está haciendo caso, Señorita Edelmirita- decía mientras miraba a todos lados- De pronto él volvió el rostro hermoso de varón poseído por el amor y sin que nadie lo advirtiera, besó sus labios de nuevo… solo una sonrisa que ahora era diferente, lo delataba. Ella le respondió con la mirada asustada de una hembra en celo. _ Mucho se ha demorado, mi niña hoy en el pueblo y eso que salió tempranito para buscar las flores, si Demetrio tempranito siempre las busca… pero niña ¿Y las flores? Si no las traes... _ No había, Dominga. . . No había. _ Pero si Pascual sabía que la niña iba a ir, ¿Y la demora? _ Me entretuve con Florinda. _ ¿Con Florinda? Pero si está para La Habana. _ Con su hermana, Margot. _ Pero mi niña ¿Ya regresaron? ¿No sabe que Carmelito está muerto? El hijo de Cuca. _ No sabía nada de eso. _ Niña la comidilla de pueblo porque no fue una muerte natural… Jesús, María, José… fue otro suicidio más de la familia Lima y esos muertos no van al cielo, derechito al... que no es bueno ni mencionarlo, allá con el del rabo largo… Si señor... Ahora mismito, voy por las flores y las traigo. _ No, Dominga, cortaremos unas del patio _ Pero ¿Cómo? ¿L a niña se ha vuelto loca? Si siempre le pone rosas amarillas. _ Le pondremos silvestres, las que más te guste seguro le van a gustar a ella y ahora me voy al cuarto a rezar mi novena a la virgen. _ ¿Qué novena es esa? Pero niña… _ Es una promesa. _ ¿Es qué acaso mi niña oculta algún pecado que no ha confesado al Padre Arcadio Rojas? _ No, vieja, no, no he pecado – murmuró mientras se alejaba- _ Mm mm mm ¿Qué estará pasando? Nunca vi a tantos pájaros rojos revolotear por arriba de la cabeza de mi niña, je je je…. ya era hora… sí, señor que era hora. . . je je je. ORACIÓN DE EDELMIRITA. Escúchame, mi Dios todo poderoso...Tengo miedo señor, mucho miedo, que se me borre su sonrisa, no me la quites, no la conviertas en un recuerdo, déjamela grabada en mi alma. Escúchame... te lo ruego, sabes que siempre te pido poco para mí y es que no me apagues su voz porque cuando la escucho y me vuelvo entonces puedo imaginármelo y hasta lo veo. No te hablo de sus caricias ni de sus besos que un día pude inventarme porque sé que es pecado, los guardo y ni a ti te lo había confesado antes porque siento, mi Dios, que es mi única forma de existir y esto también es pecado. Perdóname. . georgina miguez lima ©. EPILOGO. Soy tertuliana y por eso este auto comentario, hablando conmigo. Me gusta mi novelita la que llamo rosada, aunque el amor de los protagonistas sea intenso y muy romántico, diría hasta sagrado, el mundo que los rodea les resulta adverso, sobre todo por los fanatismos religiosos que lo rodean y los prejuicios de la época, que a mi modo de ver son los más crueles y despiadados con los seres humanos por la manipulación de los sentimientos y el temor a las ideas que la iglesia se ha encargado durante siglos de inocular en los hombres de este planeta. Me gusta recrearme dentro de mis personajes, hasta llegar a meterme en su piel, ser ellos en algunas circunstancias, si quieren dominarme lucho, eso sí, siempre los tomo en cuenta, aunque logren vencerme, los dejó gozar de un libre albedrío fantástico, el que me invento para mí, el que me hubiera gustado para llevar mi vida, pobre mujer con tantos tatuajes y tontadas, pero lo hago con una devoción que casi parece un ritual. Si han existido, si fueron habitantes de este mundo, mejor, los tomo y empiezo a rodearlos de las leyendas cargadas de misterios que solo la mente de los pueblerinos con la autenticidad de algo que fue y la sabiduría, o más bien la fantasía ha ido conformando poniendo algo de cada uno de la habladuría popular hasta convertirlo en un mito que de alguna forma guarda su esencia y ahí me aparezco yo, pluma en mano o teclas, más bien que ya me acostumbre. Me gusta adentrarme con cierto morbo y, creo, no es un invento mío, echarle la culpa a alguien si es la iglesia, mostrarme algo irreverente y atrevida, en fin desentrañar el alma en todos sus escondrijos. Si volviera a nacer, le pediría a la vida más audacia, alas para desplegar en este mundo de encantamientos, repleto de ficciones tomadas de la realidad. Mi personaje existió, mi mamá me lo contaba, con su encanto y sabiduría me metió en la cabeza muchas historias del apartado pueblecito. Recuerdo que de niña, cuando pasaba por el frente de la vieja casona ya destartalada por el abandono y los años, ella, escondiéndose de seres imaginarios que desde entonces los llamé, los invisibles, le quedaba tan bien ese gesto, que le daba un toque de secreto y complicidad entre las dos y me decía Ahí, en ese postigo, ella lo esperaba para verlo cruzar la esquina de Pepe Gómez. Yo, me sentía crecer, ya era grande para que mi mamá me hiciera esas confesiones. Como la disfrutaba y como me hacía películas en mi mente infantil tan dada a la curiosidad y los misterios, a las cosas prohibidas. Edelmirita, mi novelita rosada.

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